viernes, 4 de marzo de 2011

Padre Nuestro Latinoamericano,de Mario Benedetti

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  1. PADRE NUESTRO LATINOAMERICANO

    Padre nuestro que estás en los cielos,
    con las golondrinas y con los misiles,
    quiero que vuelvas antes que olvides
    cómo se llega al sur de Río Grande.

    Padre nuestro que estás en el exilio,
    casi nunca te acuerdas de los míos,
    de todos modos, dondequiera que estés,
    santificado sea tu nombre
    no quienes santifican en tu nombre
    cerrando un ojo para no ver las uñas sucias de la miseria.

    En el siglo XXI
    ya no sirve pedirte venga a nos el tu reino,
    porque tu reino también está aquí abajo,
    metido en los rencores y en el miedo,
    en las vacilaciones y en la mugre,
    en la desilusión y en la modorra,
    en este ansia de verte, pese a todo.

    Cuando hablaste del rico, la aguja y el camello
    y te votamos todos, por unanimidad, para la gloria,
    también alzó su mano el indio silencioso
    que te respetaba pero se resistía a pensar... hágase tu voluntad.
    Sin embargo una vez cada tanto
    tu voluntad se mezcla con la mía,
    la domina, la enciende, la duplica,
    más arduo es conocer cuál es tu voluntad
    cuando creo de veras lo que digo creer,
    así en tu omnipresencia como en mi soledad,
    así en la tierra como en el cielo,
    siempre estaré más seguro de la tierra que piso
    que del cielo intratable que me ignora.

    Pero, quién sabe?, no voy a decidir
    que tu poder se haga o se deshaga.
    Tu voluntad igual se está haciendo en el viento,
    en el Ande de nieve,
    en el pájaro que fecunda a su pájara,
    en los cancilleres que murmuran "Yes sir",
    en cada mano que se convierte en puño.

    Claro, no estoy muy seguro si me gusta el estilo
    que tu voluntad elige para hacerse;
    lo digo con irreverencia y gratitud,
    dos emblemas que pronto serán la misma cosa.
    Lo digo, sobre todo, pensando en el pan nuestro de cada día
    y de cada pedacito de día.
    Ayer nos lo quitaste, dánosle hoy.
    O al menos el derecho de darnos nuestro pan,
    no sólo el que era símbolo de algo,
    sino el de miga y cáscara,
    el pan nuestro.

    Ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas
    perdónanos, si puedes, nuestras deudas,
    pero no nos perdones la esperanza;
    no nos perdones nunca nuestros créditos.
    A más tardar mañana saldremos a cobrar a los fallutos,
    tangibles y sonrientes forajidos.
    A los que tienen garras para el arpa
    y un panamericano temblor con que se incuba
    la última escupida que cuelga de su rostro
    Poco importa que nuestros acreedores perdonen
    así como nosotros, una vez, por error,
    perdonamos a nuestros deudores.
    Todavía nos deben como un siglo de insomnios y garrote,
    como diez mil kilómetros de injurias,
    como veinte medallas a Somoza,
    como una sola Guatemala muerta.

    No nos dejes caer en la tentación
    de olvidar o vender este pasado,
    o arrendar una sola hectárea de su olvido,
    ahora que es la hora de saber quiénes somos
    y han de cruzar el río el dólar y su amor contra-reembolso
    arráncanos del alma el último mendigo
    y líbranos de todo mal de conciencia.

    Amén.

    Mario Benedetti

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